"TAZAS DE SEGUNDOS, RELOJES DE CAFÉ"

Me abrió los ojos mientras me deseaba suerte en la vida. Quería que fuera esa persona que ella nunca fue, que tuviera las ganas de vivir que siempre deseó pero nunca tuvo. Calmó mis ganas de llorar y puso sobre la mesa un libro con una historia sin terminar con un billete de avión a la ciudad donde ocultaría lo que iba a perder. Tenía miedo de no ser su último recuerdo o su último pensamiento antes de dormir. No quería decepcionarle, quería ser la mujer que siempre había visto en mí. Fue una despedida breve, indecisa y complicada, un adiós doloroso, pero lo necesitábamos. Me enteré de que había muerto, cuando de casualidad vi en el diario de la mañana su esquela, en la que incluía el mensaje de "Estarás viva hasta que muera tu recuerdo". Cerré el diario, sentí un vacío interior enorme, una impotencia que agrandaba mis ganas de gritar, no me había despedido, no quiso que pasara sus últimos días con ella, no quería que viera como el tratamiento de quimioterapia la mataba mi...

Y ahí seguía ella, intentando recordar quién fue hace tiempo. Intentando volver tiempo atrás para cantarme esa canción que de pequeña me cantaba antes de ir a dormir. Saqué de un álbum, fotos que dibujaban sonrisas y miradas de amor que algún día me regaló. Pero había una foto que se había quedado pegada en el plástico y que si intentaba sacar partiría en trozos de pintura, esa magia que solo ella tenía. Intenté recordar aquella letra para cantarla por última vez incluyendo su voz como último deseo. No había nada más en el mundo que me hiciera sentir tan pequeña pero al mismo tiempo tan grande, solo ella, mi madre, quién con sus manos acariciaba mi rostro y me ayudaba a imaginar que era una princesa. Cada día de tormenta sacaba la linterna y me contaba un cuento para evitar que me asustara el ruido de los truenos, esos gigantes que mamá, dibujaba en mi mente. Le quedaba poco, sus ojos se iban cerrando con el paso de las horas, y nada más en ese momento podía ponerme tan triste. La nec...