Aposté por ti, cada amanecer y cada deseo que pedía a media noche. Aposté una infinidad de decepciones y al final el jaque mate ha destruido cada paso que decidimos dar. Contaba la leyenda que te quise y que me enamoré del brillo de tus ojos. Necesito que te vayas y que traigas de nuevo la calma y la tranquilidad que algún día desbordaste con tu antojo de frustración. No vuelvas, pero tampoco te vayas, no me odies pero tampoco me busques, volveré a disfrazar este sucio presente para no caer en la tentación de perderme trescientos sesenta y cinco atardeceres más. Trato de recuperar mis latidos, de acostumbrarme a que diciembre traiga de nuevo la soledad, el recuerdo, no quiero que me llames, solo que te lleves esos lamentos que algún día sembraste en mi vida. Cuenta la leyenda que aquel deseo, que aquella huida, trajo de nuevo el invierno y jamás volvió a brotar la ilusión en aquel corazón.
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