Confundí sus te quiero con
traiciones que ya me habían traído suficientes dolores de cabeza, pero no estaba
preparada para escuchar otro adiós. Éramos agua y corríamos el riesgo de inundar
nuestros recuerdos en reclamos y rencores absurdos, pero sabía que aquel
tsunami partiría en dos nuestras vidas. Le invité a recordarme cada vez que hiciera
falta, mientras vaciaba mis ojos rozando nuestras manos al despedirnos.
"Tan inocente el destino, que jugaba a ser amigo del fuego"
No estaba segura de querer hacerlo, apartarte y alzar la mirada como si nada hubiera pasado. No sabía que ocurría, ni siquiera sabía si era yo quien estaba cruzando el límite, o es que había cambiado de escenario. Dolía tanto, que en cenizas había convertido cada amanecer. Las cartas seguían bajo la almohada, los abrazos sobre el cristal roto y el escozor del presente como quien rocía con alcohol la herida en llamas. Era extraño como el reloj hacía esos paréntesis sin advertirnos que subiría la marea. Como las agujas sembraban el dolor en la mirada y jugaban a ser inocentes desde el rincón del desastre. No podía dejártelo más claro, no sabía como amarrarte y dejar que el invierno cortara por la mitad el sexto sentido que con tanta delicadeza tatuaste sobre mis hombros. https://www.youtube.com/watch?v=YykjpeuMNEk
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