Era allí, donde cada
mañana regresaba para escuchar sus latidos. Había deseado ser mariposa y caer
en las redes de la felicidad, pero no sabía que habían cortado sus alas y que
jamás volvería a posar su magia ante las flores. Estaba triste y veía en sus
ojos como aún jugaba a ser bailarina de
esa melodía que aquel bosque había creado. Sabía que la tenía al lado, que
aunque el reloj se parase, mis latidos cogerían impulso para abrazar todos sus
deseos, que aunque sus alas estuviesen rotas, aquella melodía volvería para hacerla volar.
"Tan inocente el destino, que jugaba a ser amigo del fuego"
No estaba segura de querer hacerlo, apartarte y alzar la mirada como si nada hubiera pasado. No sabía que ocurría, ni siquiera sabía si era yo quien estaba cruzando el límite, o es que había cambiado de escenario. Dolía tanto, que en cenizas había convertido cada amanecer. Las cartas seguían bajo la almohada, los abrazos sobre el cristal roto y el escozor del presente como quien rocía con alcohol la herida en llamas. Era extraño como el reloj hacía esos paréntesis sin advertirnos que subiría la marea. Como las agujas sembraban el dolor en la mirada y jugaban a ser inocentes desde el rincón del desastre. No podía dejártelo más claro, no sabía como amarrarte y dejar que el invierno cortara por la mitad el sexto sentido que con tanta delicadeza tatuaste sobre mis hombros. https://www.youtube.com/watch?v=YykjpeuMNEk
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